Jean Baptiste (Juan Bautista) Vermay de Beaumé
Debido a la residencia del Soberano Gran Comendar en este continente, a partir de 1820 la Orden declinó en Europa a la par que se robustecía en las Antillas, México y América Central. Nació Vermay en Tournan en Brie, una población situada a unos 40 kilómetros de París, el 15 de octubre de 1786. A los 11 años, sus padres lo enviaron a la capital francesa para matricular en la escuela de pintura del famoso maestro Jacques Louis David (1748 1825), quien había buscado en las antiguas creaciones greco romanas las normas de perfección estética. A esta última corriente estética no fue ajeno Vermay, quien dio clases de pintura a Hortensia de Beauharnais, entenada del emperador, y fue declarado exento del Servicio Militar por el propio Napoleón en 1813, para que se dedicara por entero al arte. Fue un Masón, con solo 31 años había sido recién nombrado Soberano Gran Comendador de la Orden de Constructores Masones, creada en 1777 por maestros del oriente de Francia, cuando la derrota definitiva de Napoleón en Waterloo (1815) cambia radicalmente su vida. Viaja a Alemania e Italia, decide emigrar a Estados Unidos, y de ahí a Cuba, adonde llega con varios de sus lienzos a cuestas, el aval masónico y aquellas contundentes recomendaciones de un pintor genial y de un futuro prominente. Lo recibe el obispo Juan José Díaz de Espada y Landa, quien pidió ayuda a Goya y éste le refiere. Este arzobispo le contrata para que culminen las obras pictóricas iniciadas por el Italiano José Perovani en la Iglesia de la Catedral de La Habana, especialmente los lienzos para los altares y le compra algunos de sus óleos entre ellos, Pasmo de Sicilia, copia exacta del Rafael y los sitúa en algunos templos habaneros. De esta forma, ya instalado en la isla, en 1817, Juan Bautista Vermay le anuncia al gobierno civil del país, su intención de abrir una escuela de dibujo, petición que no se tomó en consideración por estas autoridades, pero sí obtuvo la ayuda moral y material del Director de la Real Sociedad Patriótica de Amigos del País (anteriormente llamada ―Sociedad Económica de Amigos del País), de Alejandro Ramírez y del propio obispo De Espada. Juan Bautista propuso en un inicio dar clases a cuatro niños pobres, pero no le permitieron seleccionar a sus propios alumnos, pues el reglamento no admitía a cualquiera. Como es de esperar, Juan Bautista Vermay calificó este acto como racista y atrasado. No obstante, la Academia abrió con 18 alumnos que pagaban y cuatro que Vermay quiso enseñar gratuitamente. Todo este espíritu de enseñanza devino entusiasmo fundacional, y el 11 de enero de 1818, en el claustro de San Agustín, con inesperada magnificencia y protocolo se da lectura al primer artículo del reglamento escolar que decía: ―La academia gratuita de dibujo y pintura de San Agustín, se denominará de San Alejandro, en grata memoria del Sr. don Alejandro Ramírez, intendente de ejército y director de la Real Sociedad Patriótica, por debérsele su fundación y progresos‖. De esta manera quedó fundada la histórica y prestigiosa Academia de Artes de San Alejandro, honroso testimonio del empeño de este hombre virtuoso. En La Habana, Vermay se casó con Louise Lon de Parceval, con quien tuvo el único hijo Claudio Justo. quien, además de ser masón como su padre, se distinguió como profesor de lengua griega en el colegio de San Salvador, propiedad de José de la Luz y Caballero. Pero Juan Bautista no solo venía con la encomienda de ejercer su alto oficio de pintor y poner en práctica sus ideas de cambio en el terreno artístico, sino que arrastraba, orgulloso, las últimas propuestas y proyectos de reformas sociales que se desarrollaban en Europa. La lejanía de la jefatura de la Orden de los Constructores Masones y otras diversas circunstancias hicieron que se extinguiera en Europa y que fuera encaminándose a lo que es actualmente, una institución americanista constituida por masones. Cuando partió de Francia hacia Cuba, ya Juan Bautista Vermay, investido como Gran Comendador de la Orden de los Constructores Masones, venía con otra importante misión, la de dar continuidad a los trabajos de una organización que se había creado en Francia con el objetivo de reagrupar a los masones de los más altos grados y desarrollar los lazos fraternales entre las repúblicas y entre los hombres del Viejo y el Nuevo Mundo, pero las condiciones históricas desviaron el curso inicialmente trazado y la dirección de la Orden de los Constructores Masones, debilitada en Europa, se orientó hacia las Américas, fortaleciéndose en las Antillas, México y América Central, donde Vermay dirige todos sus esfuerzos a agrupando a los masones a mantener profundos vínculos y estrechar lazos de hermandad, por lo que alcanza un alto esplendor entre hombres prominentes, abrasando la bandera de la Orden y situándola en lugar cimero en el continente americano. Aunque tenemos entendido que en sus primeros tiempos la Orden de los Constructores Masones tuvo por objeto realizar activa colaboración con la Francmasonería en el campo propio de esta, tal orientación fue tiempo después abandonado, cuando su sede se ubicó en América y, especialmente, a mediados del siglo pasado. Acentuando su carácter americanista, fue poco a poco convirtiéndose en una organización exclusiva de nuestro continente. A ello la llevaron sus jefes hispanoamericanos que con clara mente comprendieron la gran necesidad que existía de una organización honorífica, que propendiera con fe y celo al estrechamiento de las relaciones amistosas y fraternales de las repúblicas del Nuevo Mundo que tanto necesitaban de comprenderse, amarse y unirse. Así es que aun antes de la mitad de la centuria anterior ya se perfilaba claramente la fisonomía que en el siglo actual había de tener esta Orden en modo definitivo y fuertemente fijado. Dicho lo anterior, cabe afirmar que la Orden de los Constructores Masones no es, propiamente hablando, una organización Francmasónica. No es un derivado de sus columnas, prolongación de talleres, de cuerpos simbólicos, capítulos filosóficos o superestructura del simbolismo. No es su misión, de un siglo a la fecha, actuar como un apéndice de la masonería regular del mundo, invadiendo el campo que a esta le es propia y exclusiva. Su objetivo es bien diverso aunque se ampara bajo uno de los propósitos que mueven a la Francmasonería: la fraternidad entre los hombres. La Orden de los Constructores Masones es, primeramente, una institución exclusivamente americana. Comprende solo a las naciones de este continente. Su misión es crear relaciones y afectos entre nuestros países por todos los medios que se puede disponer. Ampliando este concepto, puede decirse que a sus miembros les es imperiosamente exigido el crear estrechas relaciones de amistad con los masones de países distintos al suyo. Así estas amistades íntimas, fuertes y continuadas harán que los de aquí y los de allá nos conozcamos mejor, nos amemos individualmente y, como consecuencia, enlacemos afectuosamente a nuestras respectivas patrias. Aún más, debe agregarse que no deja de carecer de carácter masónico, puesto que en ella únicamente son admitidos francmasones de grado 3, o superior. LA ORDEN DE LOS CONSTRUCTORES MASONES Sociedad americanista, perteneciente a la Organización de Naciones Unidas como agrupación no gubernamental, es una sociedad paramasónica a la que interesa fundamentalmente, difundir… Con estos ejemplos queremos destacar la transcendencia de una Orden que ya cumple más de dos siglos de existencia unificadora en el continente americano, jugando un papel trascendental en el movimiento socio cultural del continente, desconocemos hasta el momento por faltas de información y comunicación con muchos de los países del continente y en especial con México que fue donde la Orden tubo a su último Soberano Gran Comendador el V.: H.: Calef Sierra Ramos; muchas de las causas por las cuales se extinguió en el continente americano la O C M, pero es bueno señalar de que en Cuba, pese a los impedimentos y los tropiezos la Orden ha sobrevivido bajo cualquier circunstancias hemos logrado mantener bien en alto el estandarte de la Orden. Sin dejarnos amilanar y como el Ave Fénix estamos emergiendo de las cenizas y no perdemos la esperanza de que un día, no muy lejano estas letras puedan ser leídas por hombres de mente y corazones deseoso de ver una América mejor y unificada, entonces el pensamiento de nuestros próceres y fundadores hallan nuevamente el camino recorrido desde 1817 en que Juan Bautista Vermey de Beaum[e tuvo a bien expandir esta Orden desde Cuba por las 21 naciones del continente americano, hasta la fecha, pensemos en el despertar de la Orden de los Constructores Masones en este nuestro continente donde ya se están dando los primeros pasos.
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